sábado, 16 de abril de 2011

Año Jubilar

El Jubileo o Año Santo tiene su origen en la tradición judía. El término proviene de la trompeta con que se anunciaba este año particular, la cual era un cuerno de morueco, que se llama "yobel" en hebreo. De acuerdo a la Ley de Moisés el pueblo realizaría una celebración particular: "Declararán santo el año cincuenta, y proclamarán en la tierra liberación para todos sus habitantes. Será para ustedes un jubileo; cada uno recobrará su propiedad, y cada cual regresará a su familia. Este año cincuenta será para ustedes un jubileo; no cortarán ni segarán los rebrotes, ni vendimiarán la viña que ha quedado sin podar, porque es el jubileo que será sagrado para ustedes. Comerás lo que el campo dé de sí. En este año jubilar recobrará cada uno su propiedad" (Lev 25, 10-13).

En la tradición cristiana es el año de la reconciliación con nuestro Dios, con nuestros hermanos, es un cambio de vida hacia una mejora continua, y, en consecuencia, la puesta en práctica de los valores que nos propone Jesucristo en el evangelio: la solidaridad, la esperanza, la justicia, del empeño por servir y la paz. El Jubileo puede ser: ordinario, si está unido a datos fijos; extraordinario, si se convoca con motivo de un suceso de particular importancia.

El Jubileo de los 500 años de la creación de las primeras diócesis de América reviste una importancia especial para los salesianos de las antillas, porque involucra a tres de las sedes episcopales donde los hijos de Don Bosco y Madre Mazzarello somos signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes: las diócesis de Santo Domingo y la Concepción de la Vega, en la República Dominicana, y la de San Juan en la isla de Puerto Rico.

Vivir el Jubileo significa para toda la Familia Salesiana consolidar nuestra fe, favorecer las obras de solidaridad y la comunión fraterna. Para el beato Juan Pablo II lo más importante de la celebración jubilar era el agradecimiento personal y de la Iglesia entera a nuestro Señor Jesús y el encuentro en la fe con el que Él nos ha amado hasta el final.

Celebremos con júbilo estas fiestas y permitamos que el Espíritu inunde nuestro ser para liberarnos de todas las ataduras que nos esclavizan y obstruyen el camino de la santidad que nos lleva al encuentro con el Padre. Este estilo de santidad concuerda perfectamente con el propuesto por San Juan Bosco a sus muchachos, que lejos de estar marcado por el sufrimiento y el dolor, se manifiesta en la alegría de sentirnos salvados por Cristo, nuestro redentor.