miércoles, 22 de septiembre de 2010

Siempre con Don Bosco

La locura de amar sin medida

P. Pablo Abreu sdb


Salve Don Bosco Santo entonamos del uno al otro confín con sentimientos de humilde gratitud, conscientes de que la Sociedad de san Francisco de Sales no es sólo fruto de una idea humana, sino de la iniciativa de Dios.  Los ambientes populares de Turín, Italia, fueron el escenario testigo del fecundo apostolado de los inicios de la obra de Don Bosco y su empeño por rescatar a los niños y jóvenes más pobres y abandonados.  En plena revolución industrial a finales del siglo XIX, bajo el lema educativo de formar “buenos cristianos y honrados ciudadanos” el sueño de los nueve años se hacía poco a poco realidad en medio de todas las dificultades inimaginables. El Espíritu Santo sostendrá, con la intervención materna de María, es gran empresa y le irá indicando las pautas a seguir.

El encuentro ocurrido la tarde del 18 de diciembre de 1859 en la habitación de Don Bosco, en el oratorio de San Francisco en Valdocco, en el que el soñador propuso a un grupo de jóvenes “promover y conservar el espíritu de verdadera caridad que se requería en la obra de los Oratorios para la juventud abandonada y en peligro”, consolidaba el nacimiento de la Congregación Salesiana para contribuir a la salvación de la porción más delicada y valiosa de la sociedad humana.  Se trataba de comprometer a otros a cultivar un corazón de padre y maestro capaz de la entrega total que llega a proclamar: “mi último aliento será para mis pobres jóvenes”.

El sencillo y profundo programa propuesto por Don Bosco “da mihi animas, cetera tolle” inspiraba la identidad de personas consagradas a vivir la primacía de Dios, el seguimiento de Cristo obediente, pobre y casto, con el particular estilo que se caracteriza por la entrega radical por la salvación de las almas de aquellos jóvenes que la sociedad había olvidado.  Pero además, aseguraba la continuidad y abría más el camino para todo aquel vasto movimiento de personas que, de diferentes formas, dóciles a la voz del Espíritu, desean trabajar por la salvación de la juventud y querían ser en la Iglesia signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes, especialmente a los más pobres.

Don Bosco vivió y nos transmitió, por inspiración de Dios, un estilo original de vida y de acción, y es ese legado que nos brinda el camino seguro de nuestra santificación.  Nos corresponde en esta celebración de los 150 años de la fundación de la Congregación Salesiana renovar el compromiso de fidelidad a Don Bosco y su carisma, reforzar el sentido de la misión común e interpelarnos sobre la significatividad de la labor que estamos realizando.  Tanto el Capítulo General XXVI como el Proyecto Orgánico Inspectorial quieren iluminar con sus directrices ese sendero de renovación: volver a partir de Don Bosco, la urgencia de evangelizar, la necesidad de convocar, la pobreza evangélica y las nuevas fronteras. 

Son innumerables las personas que San Juan Bosco ha marcado con su carisma y les ha indicado un modo particular de seguir a Jesucristo.  Actualmente la Congregación Salesiana está presente en 129 países y cuenta con 16.092 salesianos, si agregamos las Hijas de María Auxiliadora, Cooperadores, Exalumnos, Voluntarias, Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y María, y todos los grupos de la Familia Salesiana nos damos cuenta que el Espíritu Santo obra donde quiere y cuando quiere.  Y ante tal magnitud de la obra de Don Bosco nos podemos preguntar si el niñito de nueve años o el Don Bosco anciano habrían imaginado su obra en esta magnitud.  Es muy probable que la haya pensado aún mayor. 

El santo de la juventud soñaba continuamente con un grupo de jóvenes que, interpretando genuinamente su espíritu, sepan captar con intuición profética los signos de los tiempos y adecuándose a ellos con audacia, encontrando su modelo y fuente en el corazón de Cristo, apóstol del Padre.  Su obra necesita seguir cualificándose y creciendo, y para ello él sigue encontrándose con nosotros, así como lo hizo con 22 jóvenes hace 150 años, para proponernos la locura de amar sin medida.

Emergencia Educativa

P. Pablo Abreu sdb

[Atención a todas las unidades: Llamado de emergencia del sistema 911, sociedad moribunda con aparente dificultad para transmitir valores, necesitamos asistencia de inmediato en el área].

Con algo similar inicia el fenómeno del reggaetón boricua, Daddy Yankee, su éxito titulado “Llamado de Emergencia”.  Nosotros queremos hacer otro llamado de emergencia, y tú querido lector eres una de las unidades de las cuales estamos solicitando ayuda urgente.  Tu ayuda sólo la podrás brindar tú, y para poder hacer frente a este combate precisamos del trabajo de todos.

Da pie a nuestra reflexión la dificultad cada vez mayor para transmitir los valores básicos de toda sana convivencia y un recto comportamiento a través de la Educación.  Desde el inicio de su pontificado el Santo Padre, Benedicto XVI, al referirse al tema de la educación muestra su afirma: “Educar parece ser cada día más difícil.  Lo saben todos aquellos que tienen directa responsabilidad educativa.  Se habla por eso de “emergencia educativa”, conformada de los fracasos a los cuales frecuentemente van al encuentro nuestros esfuerzos por formar personas sólidas, capaces de colaborar con los otros y dar sentido a la propia vida”. 

El conflicto radica en la dificultad cada vez mayor para transmitir los valores básicos de la existencia y de un recto comportamiento. 

Hoy, más que en el pasado, la educación y la formación de la persona sufren la influencia de los mensajes y del clima generalizado que transmiten los grandes medios de comunicación y que se inspiran en una mentalidad y cultura caracterizadas por el relativismo, el consumismo y una falsa y destructora exaltación del cuerpo y de la sexualidad. Por eso, precisamente no podemos desinteresarnos de la orientación conjunta de la sociedad, de las tendencias que la impulsan y de las influencias positivas o negativas que ejerce en la formación de las nuevas generaciones.

Toda la comunidad, en sus múltiples articulaciones y componentes, está llamada a cumplir la gran tarea de llevar a las nuevas generaciones por caminos correctos; por tanto, en este ámbito debe expresarse y manifestarse con particular evidencia la comunión entre nosotros, nuestra disponibilidad y voluntad de trabajar juntos, de colaborar todos con espíritu abierto y sincero.

Son muchas las familias que no están preparadas para cumplir esa tarea; los mismos centros educativos carecen de las herramientas básicas necesarias para cumplir su misión.  El resultado de todas esas limitantes lo tenemos cuando nos encontramos con progresistas que se oponen a la defensa de la vida, servidores públicos que se sirven públicamente, tráfico de sustancias prohibidas en cantidades industriales sin reparo alguno, compra y venta de conciencias, y todos los otros males que actualmente nos afectan.

Es necesario que todos abramos los ojos ante las debilidades más profundas de nuestra cultura y ante los riesgos que comportan tales carencias.  Hoy en día, cuando el aislamiento y la soledad son una condición generalizada, a la que en realidad no ponen remedio el ruido y el conformismo de grupo, resulta decisivo el acompañamiento personal, que da a quien crece la certeza de ser amado, comprendido y acogido. Por ello, la educación necesita la cercanía propia del amor.

Debemos luchar sin desfallecer para lograr una educación verdadera, que suscite la valentía de las decisiones definitivas, que son indispensables para crecer y alcanzar algo grande en la vida, especialmente para que madure el amor en toda su belleza.